Salvador, no conforme con la tremenda bronca que me daba, arremetió con una soberana bofetada.
¿Cuánto tiempo sin recibir una bofetada en la cara?, y se ancla la reacción infantil de niño culpable de alguna travesura, y a la vez sabe a abrazo, porque lo hace un amigo, que me pone en valor y quiere que reaccione.
“El rey de los gilipollas, el más grande, el campeón”, menudos piropos me lanza.
“Que lo de reinvertarse, o sea, ese suicidio profesional programado que hiciste, hasta puedo entenderlo, porque Pepe, eres capaz de hacer lo que quieras, de conseguir lo que quieras. Pero no entiendo que hagas cosas para los demás, no ves cómo se frotan las manos con la expectativa de robarte ideas que ellos no tienen. Haz lo que quieras pero para ti, que el proyecto sea tuyo. Y olvídate de grandes equipos que te consumirán el entusiasmo, la energía y el dinero. Piénsalo, lo que hagas lo tienes que controlar, te sobran capacidades para con un pequeño esfuerzo desbordar las expectativas de tus clientes, sean cuales sean los que elijas. Haz tu producto, tuyo, terminado si puede ser al 100% por ti, te sorprenderás de los resultados”.
¿Cómo sabe?, agridulce, porque han pasado casi 5 meses desde que decidí emprender una idea, que luego se bautizó como Alma Shoes, y conseguir tener un zapato de calidad, autentico, disponible en un tiempo razonable, ha resultado inviable. Sigo buscando pero pesan como una losa las palabras de Salvador. Y a estas alturas lo tengo claro, se cumple su profecía de Salva y le voy a hacer caso. Mis manos ya están ansiosas y casi todas las partes de la mujer ya tienen propuestas en mi cabeza, ¡adelante!.